Mi amigo R. me recomendó "Dossier", un programa que dan en TeleSUR Tv, un canal Venezolano en donde el periodista Walter Martinez habla diariamente una hora sobre la actualidad geopolítica, con mapa y videos incluidos. Es un enfoque crítico y bastante hardcore en el sentido de que se mete en medio oriente, en China, en políticas locales de países que probablemente no puedas ubicar en el mapa. Muy recomendado e interesante.
Para ver el programa del día anterior en podcast ingrese al portal del canal (www.telesurtv.net) y luego en la columna inferior derecha, sección "Programas", busque "Dossier". Haga click en "reproducir" para revisar el último capítulo disponible.
jueves, 25 de febrero de 2010
Muralla China - Otro gran y desconocido tema de Piazzolla
Les dejo este video que encontré de un tema de Piazzolla del 76' que me recomendó mi amiga A. Musicalmente, parece ser muy sofisticado y me llamo la atención. Esta interpretación está a cargo de un grupo que se llama "Porteño Suicida".
miércoles, 24 de febrero de 2010
La Campana - Parte III
Para la noche, "Dead can dance" - "Song of the Stars"
La herida sangraba y sangraba. Había subido cuestas mucho más escaladas y me tenía que sacar la chucha donde el suelo era casi plano. Ironías del destino.
Llegué al campamento tipo 8 y media, con sol poniéndose. Sabía que tenía que lavarme y ver si encontraba algo para desinfectarme, pero quería darme el lujito de tirarme en la goma eva que había traído como colchón unos 10 merecidos minutos. Pensé que tenía el deber organísmico de comerme una cantidad desbordante de comida por todo el esfuerzo del día.
Al pararme y salir de la carpa me dolió mucho mi herida. Típico que cuando tienes un accidente no te duele en el momento; te empieza a doler cuando estás a salvo. Y sangraba y sangraba. Ocupé todo el agua que me quedaba para limpiarme. Tenía que ir a buscar más agua para seguir lavándome la herida y para cocinar y hacerme cafecito. No habían fuentes de agua cerca, o no sabía donde estaban, así que fui siguiendo el mapa hasta el baño más cercano, hacia la entrada del parque. Estaba oscuro ya y salí con mi linterna.
Le pregunté a un caballero mayor si sabía donde podía sacar agua. Resultó ser un conocedor senior de La Campana y andinista aficionado. Recibí algunos de sus veteranos consejos de supervivencia. Cuando quise volver a mi camping, caché que me habían cerrado un portón con candado y no podía devolverme. Bueno, eso creía. Lo que pasa es que estaba por otro camino ná que ver y me había perdido. Qué fácil es perderse en la noche.
Ocurre que tienes dos opciones en la noche. O apagas la linterna (bueno cuando hay luna llena) y ves todo más menos parejito. O enciendes la linterna y no ves nada más que lo que alumbra el haz de luz.
Tenía la idea de hacer carne al palo, así asándo pedacitos en la cocinilla. Me demoré 10 minutos en asar un mísero pedacito de pulpa de cerdo. Así que mejor, metí todos los pedacitos a la vianda, le eche agua y algo de sal y hice algo así como pulpa a la cacerola, pero para el día siguiente, porque ya me había comido panes, galletas y pastas 3 minutos.
Al quedarme dormido me paanoiqueé al escuchar crujir ramitas. Pensaba que había saltado una chispa de la cocinilla al suelo y que se había empezado a quemar alguna fibra vegetal, lo que finalmente iba a terminar quemando mi carpa y produciendo un incendio forestal. Tomé el bidón de agua que me quedaba y lo vacié afuera de mi carpa, adonde había cocinado. Seguían crujiendo ramitas, pero me dormí igual.
Al despertar, tarde, estaba muy adolorido. Me costó despertar. Aquí una canción ad hoc, una inédita de Chinoy: "Despierta".
Al día siguiente, desperté tarde. Me comí mi desayuno almuerzo de carne de cerdo a la cacerola con más café. Las véspulas volvieron a atacarme, y parece que el olor a carne convocó a toda la comunidad vecinal de avispas. Terminé tirando muchos trozos de carne. Esto me dejó libre para ordenar el saco y todas las cosas antes de partir a Ocoa.
Miren como quedó mi bolsito de la cámara con la aventura del día anterior.
Llegué al cruce en donde me había confundido y tomé el sendero que correspondía. Estaba caminando cuando recibo una llamada de mi amigo D. en un lugar en el que justo había señal. Me invitaba a su parcela en Curacaví. Le dije: "Weon, justo estoy en la quinta región!", y le conté mi historia del día anterior. Me animé con la idea.
Después de 2 horas y media de caminata por senderos de tierra roja y rocas, llegué a Portezuelo, una especie de vallecito alto entre dos cerrros. Este es el punto en donde parten senderos hacia los tres sectores del valle. Vendría siendo el centro del parque La Campana.
En el portezuelo me encontré con 3 vacas. Me acerqué y me dí cuenta de que había un cuarto animal cornilargo, probablemente un buey, pero me inspiró algo de respeto (miedo) así que retrocedí.
Me comí unas galletas más un paquete de Maní crocante al merkén marca "Millantu". No se podían distinguir bien las palmas de Ocoa.
Volví rápidamente al campamento. Al volver saqué mi última foto.
Salí del parque la Campana minutos antes de las 17:00.
Lo que siguió es el trayecto que tuve que hacer para llegar desde La Campana a Curacaví. Una pareja en vehículo me llevó hasta la Plaza de Olmué. Desde ahí tomé una micro hacia Limache, al norte. Caminé por Limache hasta llegar a la estación del Metro de Valparaíso.
Mención especial para el Metro de Valpo. Hice casi todo el recorrido. Pasa por sectores rurales al principio. Se mete a Villa Alemána, Quilpué, El Belloto... En Viña el paisaje se vuelve urbano. El metro tiene estaciones subterráneas ahí. Después sale y bordea el mar. Me bajé en estación Francia en Valpo. Paisajísticamente es una experiencia hermosa. El metro es muy moderno y la gente viaja en él con un ánimo distinto al metro de Santiago. Fue una muy grata experiencia y lo recomiendo mucho.
Llegué a Valpo a las 7. A las 7 y cuarto salía el último bus a Curacaví.
Y así fue como terminé esta andanza, en la parcela de mi amigo, comiendo choripanes y tomando unas cervezas; cantando karaokes y conversando de la vida. Desde esos días que estoy con ganas de subir cerros. Quise subir Las Cruces el lunes pasado, pero estaba cerrado. Terminé caminando desde los cerros del Mahuida a Santa Lucía con mi hermano; 5 horas.
La herida sangraba y sangraba. Había subido cuestas mucho más escaladas y me tenía que sacar la chucha donde el suelo era casi plano. Ironías del destino.
Llegué al campamento tipo 8 y media, con sol poniéndose. Sabía que tenía que lavarme y ver si encontraba algo para desinfectarme, pero quería darme el lujito de tirarme en la goma eva que había traído como colchón unos 10 merecidos minutos. Pensé que tenía el deber organísmico de comerme una cantidad desbordante de comida por todo el esfuerzo del día.
Al pararme y salir de la carpa me dolió mucho mi herida. Típico que cuando tienes un accidente no te duele en el momento; te empieza a doler cuando estás a salvo. Y sangraba y sangraba. Ocupé todo el agua que me quedaba para limpiarme. Tenía que ir a buscar más agua para seguir lavándome la herida y para cocinar y hacerme cafecito. No habían fuentes de agua cerca, o no sabía donde estaban, así que fui siguiendo el mapa hasta el baño más cercano, hacia la entrada del parque. Estaba oscuro ya y salí con mi linterna.
Le pregunté a un caballero mayor si sabía donde podía sacar agua. Resultó ser un conocedor senior de La Campana y andinista aficionado. Recibí algunos de sus veteranos consejos de supervivencia. Cuando quise volver a mi camping, caché que me habían cerrado un portón con candado y no podía devolverme. Bueno, eso creía. Lo que pasa es que estaba por otro camino ná que ver y me había perdido. Qué fácil es perderse en la noche.
Ocurre que tienes dos opciones en la noche. O apagas la linterna (bueno cuando hay luna llena) y ves todo más menos parejito. O enciendes la linterna y no ves nada más que lo que alumbra el haz de luz.
Tenía la idea de hacer carne al palo, así asándo pedacitos en la cocinilla. Me demoré 10 minutos en asar un mísero pedacito de pulpa de cerdo. Así que mejor, metí todos los pedacitos a la vianda, le eche agua y algo de sal y hice algo así como pulpa a la cacerola, pero para el día siguiente, porque ya me había comido panes, galletas y pastas 3 minutos.
Al quedarme dormido me paanoiqueé al escuchar crujir ramitas. Pensaba que había saltado una chispa de la cocinilla al suelo y que se había empezado a quemar alguna fibra vegetal, lo que finalmente iba a terminar quemando mi carpa y produciendo un incendio forestal. Tomé el bidón de agua que me quedaba y lo vacié afuera de mi carpa, adonde había cocinado. Seguían crujiendo ramitas, pero me dormí igual.
Al despertar, tarde, estaba muy adolorido. Me costó despertar. Aquí una canción ad hoc, una inédita de Chinoy: "Despierta".
Al día siguiente, desperté tarde. Me comí mi desayuno almuerzo de carne de cerdo a la cacerola con más café. Las véspulas volvieron a atacarme, y parece que el olor a carne convocó a toda la comunidad vecinal de avispas. Terminé tirando muchos trozos de carne. Esto me dejó libre para ordenar el saco y todas las cosas antes de partir a Ocoa.
Miren como quedó mi bolsito de la cámara con la aventura del día anterior.
Llegué al cruce en donde me había confundido y tomé el sendero que correspondía. Estaba caminando cuando recibo una llamada de mi amigo D. en un lugar en el que justo había señal. Me invitaba a su parcela en Curacaví. Le dije: "Weon, justo estoy en la quinta región!", y le conté mi historia del día anterior. Me animé con la idea.
Después de 2 horas y media de caminata por senderos de tierra roja y rocas, llegué a Portezuelo, una especie de vallecito alto entre dos cerrros. Este es el punto en donde parten senderos hacia los tres sectores del valle. Vendría siendo el centro del parque La Campana.
En el portezuelo me encontré con 3 vacas. Me acerqué y me dí cuenta de que había un cuarto animal cornilargo, probablemente un buey, pero me inspiró algo de respeto (miedo) así que retrocedí.
Me comí unas galletas más un paquete de Maní crocante al merkén marca "Millantu". No se podían distinguir bien las palmas de Ocoa.
Volví rápidamente al campamento. Al volver saqué mi última foto.
Salí del parque la Campana minutos antes de las 17:00.
Lo que siguió es el trayecto que tuve que hacer para llegar desde La Campana a Curacaví. Una pareja en vehículo me llevó hasta la Plaza de Olmué. Desde ahí tomé una micro hacia Limache, al norte. Caminé por Limache hasta llegar a la estación del Metro de Valparaíso.
Mención especial para el Metro de Valpo. Hice casi todo el recorrido. Pasa por sectores rurales al principio. Se mete a Villa Alemána, Quilpué, El Belloto... En Viña el paisaje se vuelve urbano. El metro tiene estaciones subterráneas ahí. Después sale y bordea el mar. Me bajé en estación Francia en Valpo. Paisajísticamente es una experiencia hermosa. El metro es muy moderno y la gente viaja en él con un ánimo distinto al metro de Santiago. Fue una muy grata experiencia y lo recomiendo mucho.
Llegué a Valpo a las 7. A las 7 y cuarto salía el último bus a Curacaví.
Y así fue como terminé esta andanza, en la parcela de mi amigo, comiendo choripanes y tomando unas cervezas; cantando karaokes y conversando de la vida. Desde esos días que estoy con ganas de subir cerros. Quise subir Las Cruces el lunes pasado, pero estaba cerrado. Terminé caminando desde los cerros del Mahuida a Santa Lucía con mi hermano; 5 horas.
jueves, 18 de febrero de 2010
La Campana - Parte II
Para la dura subida y lo que sigue, sugiero este tema de Nano Stern (si alguien sabe como se llama, comente por favor):
Este era el paisaje que podías ver una vez terminado el sector que estaba cubierto por la vegetación del lugar. Era un poco de tierra y muchas piedras. El sendero se borraba y sólo tenías que seguir las flechas escalando las rocas hacia la izquierda de la foto, rodeando la gran roca café. La pendiente después de eso se ponía muy inclinada, diría que eran 45º de puras piedras. Entonces tenías que subir usando tus manos. El chico que bajó tenía razón. "Vay a llegar a una parte que no es pa' caminar; es pa' escalar". Quise tomarme una foto desesperada dejando la cámara afirmada entre unas piedras apuntando hacia abajo mientras escalaba. Aquí está.
Por ese sector estaba la "Placa de Darwin". Sir Charles Darwin, el ecólogo que presentó la teoría de la evolución de las especies pasó por chile desde tierra del fuego hasta el Norte. No encontré la famosa placa de cobre con la leyenda de la que me hablaron los que bajaron, pero si Darwin llegó hasta aquí, me surge una gran admiración por la resistencia física que debe haber tenido ese genio viajero.
La botella de agua me molestaba para subir, pero tenía que guardar la poca agua que quedaba para la bajada. A veces la arrojaba hacia arriba para tener mis dos manos libres. De repente tenía que pasar agarrándome con las dos manos a una gran roca para pasar a otro lado que tenía algo así como escalones para subir. Tenía que descansar seguido porque llevaba caminando desde que llegué a Olmué y ya me estaba fatigando. En un descanso me percaté de que a un cerro a la distancia se le había puesto una aureola de nubes.
Seguía subiendo cuestas muy empinadas de rocas y descansando seguido. Me daba cuenta que en cada descanso podía divisar a lo lejos los muchos cerros que conforman estas provincias centrales y los muchos valles.. y comprobe eso de que cada valle era una localidad.
Esta foto no muestra mucho de lo que hay detrás de esa especie de bruma. Pero cuando veías el paisaje en vivo podías ver los pueblitos con más nitidez. Eran ya las 5 y cuarto y me vi en el dilema de decidir si seguía hasta la cima que podía ver...
O me volvía después de descansar 15 minutos sentado, sediento. El orgullo me llebava a ser imprudente y pensar que había que llegar. Eran como 150 metros y había subido 1500 metros ya. De todas formas me senté y me acordé de que de acuerdo a los consejos de unos amigos andinistas, a las 2 de la tarde tienes que bajar de adonde te encuentres. Tuve que tomar la decisión complicada para mí de llegar sólo hasta ahí. Me senté y quise sacar la última foto a esa altura.
Aunque no había tomado agua para todo el esfuerzo que hice, mi estado anímico nunca bajó. Estaba muy tranquilo y me sentía contento de que pudiera confiar en que mi organismo iba a seguir funcionando bien a pesar de esta prueba.
La bajada tiende a ser más peligrosa que la subida, aunque más rápida. De hecho, puedes llegar rapidísimo abajo a cambio de tu vida. Como no estaba dispuesto a hacer la transacción, se me ocurrió tirar la botella un poco más abajo para tener mis manos disponibles (la lección fue que tengo que llevar una pequeña mochila para cuando haga trekking, aparte de la mochila grande). La botella retornable de 2 litros de Coca Light se fue rodando cerro abajo y no dobló por donde seguían la flechas rojas. La perdí, junto con los 300 cc de agua más que tibia a esa altura.
Aquí fue donde mi organismo se vio presionado y comenzó a desarrollar medidas de adaptación que nunca me había tocado vivir. No transpiraba mucho, a pesar de que seguía caminando, con menos esfuerzo que en la subida, pero con esfuerzo igual. De acuerdo a unos amigos que saben algo de montañismo, la orina es la que te va marcando el test de cuánta agua necesitas. El test salió muy amarillamente malo. Mis manos se pusieron raras. Tenía blancas las uñas de los dedos. Tuve que sacarme una foto...
A pesar de todo, me sorprendió la tranquilidad interna que tenía. Sabía que un poquito de presión para mi organismo me iba a hacer bien. Me acordé de tantas personas que durante la guerra o la dictadura tuvieron que poner su organismo a pruebas en situaciones mucho más extremas y me decía que lo mío era un candy comparadas con esas experiencias. Además, hay una gran diferencia: Esto yo me lo busqué.
Dos horas de caminata más abajo, ya dejada la parte de piedras para escalar y los senderos. Al llegar a un camino de vehículos, un murmullo líquido llamó mi atención como única cosa relevante en el mundo. Seguí el murmullo a puro oido y me encontré con una milagrosa salida de agua cristalina y una fuente.
El agua era inolora e incolora, aunque eso no garantiza que sea potable, la imagen captada por esta foto y mi sed fue suficiente incentivo para tomarme unos 800 cc al toque.
Pero lo más milagroso era que muy cerca de la fuente estaba nada menos que un bidón de 5 litros de agua purificada Lider que contenía un poco de jugo de piña. Lo probé un poquito, pero no quise tomarlo. Naaaa... Lo vacié y lo volví a llenar con 3 litros de agua. Suficiente.
Estaba feliz caminando por una pendiente muy poco pronunciaba. Iba caminando rápido y feliz... cuando me saqué la chucha. Mi pie izquierdo pisó rodados y me derrapé, dandome un costalazo con mi cadera izquierda sobre el ripio y la rodilla de la misma pierna entre las piedras. Fue duro. Mi rodilla estaba ensangrentada. Ya tenía otra herida por la caminata por Río Clarillo en el mismo lugar.
Según el Reiki, el daño en las rodillas tiene que ver con el orgullo y los miedos que lo originan. Estaba pensando en eso mientras me lavaba la rodilla con 2 litros del agua que había conseguido. Y eso que no subí el cerro.
Este era el paisaje que podías ver una vez terminado el sector que estaba cubierto por la vegetación del lugar. Era un poco de tierra y muchas piedras. El sendero se borraba y sólo tenías que seguir las flechas escalando las rocas hacia la izquierda de la foto, rodeando la gran roca café. La pendiente después de eso se ponía muy inclinada, diría que eran 45º de puras piedras. Entonces tenías que subir usando tus manos. El chico que bajó tenía razón. "Vay a llegar a una parte que no es pa' caminar; es pa' escalar". Quise tomarme una foto desesperada dejando la cámara afirmada entre unas piedras apuntando hacia abajo mientras escalaba. Aquí está.
Por ese sector estaba la "Placa de Darwin". Sir Charles Darwin, el ecólogo que presentó la teoría de la evolución de las especies pasó por chile desde tierra del fuego hasta el Norte. No encontré la famosa placa de cobre con la leyenda de la que me hablaron los que bajaron, pero si Darwin llegó hasta aquí, me surge una gran admiración por la resistencia física que debe haber tenido ese genio viajero.
La botella de agua me molestaba para subir, pero tenía que guardar la poca agua que quedaba para la bajada. A veces la arrojaba hacia arriba para tener mis dos manos libres. De repente tenía que pasar agarrándome con las dos manos a una gran roca para pasar a otro lado que tenía algo así como escalones para subir. Tenía que descansar seguido porque llevaba caminando desde que llegué a Olmué y ya me estaba fatigando. En un descanso me percaté de que a un cerro a la distancia se le había puesto una aureola de nubes.
Seguía subiendo cuestas muy empinadas de rocas y descansando seguido. Me daba cuenta que en cada descanso podía divisar a lo lejos los muchos cerros que conforman estas provincias centrales y los muchos valles.. y comprobe eso de que cada valle era una localidad.
Esta foto no muestra mucho de lo que hay detrás de esa especie de bruma. Pero cuando veías el paisaje en vivo podías ver los pueblitos con más nitidez. Eran ya las 5 y cuarto y me vi en el dilema de decidir si seguía hasta la cima que podía ver...
O me volvía después de descansar 15 minutos sentado, sediento. El orgullo me llebava a ser imprudente y pensar que había que llegar. Eran como 150 metros y había subido 1500 metros ya. De todas formas me senté y me acordé de que de acuerdo a los consejos de unos amigos andinistas, a las 2 de la tarde tienes que bajar de adonde te encuentres. Tuve que tomar la decisión complicada para mí de llegar sólo hasta ahí. Me senté y quise sacar la última foto a esa altura.
Aunque no había tomado agua para todo el esfuerzo que hice, mi estado anímico nunca bajó. Estaba muy tranquilo y me sentía contento de que pudiera confiar en que mi organismo iba a seguir funcionando bien a pesar de esta prueba.
La bajada tiende a ser más peligrosa que la subida, aunque más rápida. De hecho, puedes llegar rapidísimo abajo a cambio de tu vida. Como no estaba dispuesto a hacer la transacción, se me ocurrió tirar la botella un poco más abajo para tener mis manos disponibles (la lección fue que tengo que llevar una pequeña mochila para cuando haga trekking, aparte de la mochila grande). La botella retornable de 2 litros de Coca Light se fue rodando cerro abajo y no dobló por donde seguían la flechas rojas. La perdí, junto con los 300 cc de agua más que tibia a esa altura.
Aquí fue donde mi organismo se vio presionado y comenzó a desarrollar medidas de adaptación que nunca me había tocado vivir. No transpiraba mucho, a pesar de que seguía caminando, con menos esfuerzo que en la subida, pero con esfuerzo igual. De acuerdo a unos amigos que saben algo de montañismo, la orina es la que te va marcando el test de cuánta agua necesitas. El test salió muy amarillamente malo. Mis manos se pusieron raras. Tenía blancas las uñas de los dedos. Tuve que sacarme una foto...
A pesar de todo, me sorprendió la tranquilidad interna que tenía. Sabía que un poquito de presión para mi organismo me iba a hacer bien. Me acordé de tantas personas que durante la guerra o la dictadura tuvieron que poner su organismo a pruebas en situaciones mucho más extremas y me decía que lo mío era un candy comparadas con esas experiencias. Además, hay una gran diferencia: Esto yo me lo busqué.
Dos horas de caminata más abajo, ya dejada la parte de piedras para escalar y los senderos. Al llegar a un camino de vehículos, un murmullo líquido llamó mi atención como única cosa relevante en el mundo. Seguí el murmullo a puro oido y me encontré con una milagrosa salida de agua cristalina y una fuente.
El agua era inolora e incolora, aunque eso no garantiza que sea potable, la imagen captada por esta foto y mi sed fue suficiente incentivo para tomarme unos 800 cc al toque.
Pero lo más milagroso era que muy cerca de la fuente estaba nada menos que un bidón de 5 litros de agua purificada Lider que contenía un poco de jugo de piña. Lo probé un poquito, pero no quise tomarlo. Naaaa... Lo vacié y lo volví a llenar con 3 litros de agua. Suficiente.
Estaba feliz caminando por una pendiente muy poco pronunciaba. Iba caminando rápido y feliz... cuando me saqué la chucha. Mi pie izquierdo pisó rodados y me derrapé, dandome un costalazo con mi cadera izquierda sobre el ripio y la rodilla de la misma pierna entre las piedras. Fue duro. Mi rodilla estaba ensangrentada. Ya tenía otra herida por la caminata por Río Clarillo en el mismo lugar.
Según el Reiki, el daño en las rodillas tiene que ver con el orgullo y los miedos que lo originan. Estaba pensando en eso mientras me lavaba la rodilla con 2 litros del agua que había conseguido. Y eso que no subí el cerro.
...La tercera parte de esta historia en el próximo post...
miércoles, 17 de febrero de 2010
La Campana
En este post, cuento más o menos cómo fue mi última gran andanza. Esta vez en el Parque La Campana, al interior de la V región. Me acompaño de algunas fotos que tomé durante este viaje. Mis experiencias, que procedo a contar, no sirven como una guía objetiva al parque La Campana. Es, por el contrario, un relato subjetivo y personal sobre lo que viví en ese viaje. Espero que estas vivencias te permitan, no obstante, conocer de todas maneras algo de este parque y entretenerte con esta historia.
Para comenzar, sugiero acompañar la lectura con este tema. "Hard Sun" de la banda sonora de "Into the Wild", por Eddie Vedder. Creo que transmite algo del espíritu del inicio de este viaje.
Salí a las 6:45 am de mi casa y llegué al terminal a tiempo. El bus partió a las 7:10; un Pullman que iba hacia el norte con destino a Olmué.
Me tocó un hombre de unos 40 años como compañero de asiento. Dejé de leer "Fausto" y conversé con él. Resultó ser un conocedor de gran parte del interior de la quinta región. A medida que íbamos pasando por algún lado me iba diciendo "Esta es la quebrada tanto", o "esta localidad se llama tanto". No recuerdo muy bien los nombres de todos los lugares de los que me habló, pero me llamó la atención que hubieran tantos valles mezclados entre tantos cerros; y en cada valle una localidad; y en algunas laderas, otras localidades. Hacia la cordillera, había un lugar muy similar al valle del Elqui, me comentó.
El bus llegó a la plaza de Olmué a eso de las 9:10 am. Me bajé despidiéndome de mi guía.
Caminé hacia el oriente pensando en el kilometro que separaba Olmué del Parque La Campana, de acuerdo a la Turistel. Así empecé a sentir ese aire de Olmué y de ver lo que allá pasaba un lunes de Febrero por la mañana. Me encontré con una gallina en la vereda. Esta señal de tránsito podría tener una gallina caminando en vez de un hombre...
En el horizonte del este se veía el cerro la campana como un ancho fantasma verde a la distancia. Caminé y caminé. Una señora me dijo que eran como dos horas más de caminata. El Turistel decía que era 1 km desde Olmué hasta el Parque, pero probablemente se refiera a donde termina Olmué.
Una micro me paró sin que yo hiciera dedo. Se ofreció a llevarme 4 cuadras más, que era donde terminaba el recorrido. Al bajarme, el chofer me dijo que no tomara el camino señalizado hacia la derecha para entrar al parque por el sector Granizo; que tomara un atajo a mano izquierda. Después sabría que el parque tiene tres sectores que se conectan por muy pocos senderos: El Granizo, adonde me dirigía; Ocoa, lugar de palmas nativas, y Cajon Grande, en donde hay una laguna. Seguí las indicaciones del chofer y me fui por la izquierda.
El cerro al fondo se acercaba. El camino era de tierra y subía con una pendiente más pronunciada. Un animal me asaltó en medio del camino.
Habían muchas vacas; en realidad habían muchas vacas, gallinas y perros por cada propiedad. Subí algunas cuadras, saludando a los vecinos, hasta que me encuentro con el inexorable final del camino.
Un portón encadenado con la información de cierre del acceso por motivos de seguridad, más una amenaza implícita de arresto me parecieron razones más que suficientes para volverme. Llebaba caminando casi dos horas. Antes de volver quise sentarme a tomar mi merecido desayuno, pero dos soberbios pastores alemanes comenzaron a ladrarme con tanta saña que tuve que retirarme. El problema es que todos los perros del camino comenzaron a corear con ladridos múltiples y me sentí como una persona non grata, así que el desayuno tuvo que esperar. Y yo que quería calentarme agua para hacerme café.
Después de virar a la derecha (sin comentarios...) noté que el camino se iba alejando de propiedades y que me iba metiendo en el parque. En un recodo encontré un área cubierta de árboles altos. Ahí fue adonde finalmente me dispuse a comer mi desayuno. Habré caminado unos 8 kilómetros, considerando la ida y vuelta por el atajo cerrado.
Me comí cuatro sabrosas galletas de avena con granola Quaker, tomé algo de agua, y me comí un par de duraznos conseveros. La idea era comerme uno, pero el otro estaba machacado con el viaje y lo tuve que sacrificar comiéndome lo que no estaba machacado.
Entré al parque. En informaciones me entregaron un mapa en donde podía ver los senderos que podía recorrer. Eran las 11 y media, así que por tiempo, decidí dejar el ascenso al cerro para el día siguiente, y partir al sendero que lleva al Portezuelo, en donde se puede ver el Valle de Ocoa.
Fui a acampar en uno de los espaciosos lugares que aparecían señalizados en carteles y en el mapa. Me llamó la atención lo bien cuidado que está el parque. Se nota que hay recursos invertidos en mejorar la experiencia de quienes quieren adentrarse aquí. En armar la carpa, desayunar unos panes con pasta de ave pimentón más un café calientito, y descansar lo caminado, me dieron las 12 y media.
El problema de acampar aquí eran las avispas, esas chaqueta-amarilla, Vespula germánica. En cuanto comencé a untar con ave mayo mis panes integrales Castaño, tuve que empezar a dar manotazos a todas las que empezaron a jotearme coo el baboso más repugnante. A los 5 minutos llegaron más, y parece que seguían llegando y llegando. Habían también unos mosquitos, pero eran más molestosas las véspulas; a los mosquitos los espantabas soplando, pero a las germánicas tenías que pegarles re fuerte. Lo peor es que si intentan tirar algún químico probablemente mueran los mosquitos y muchos otros bichitos indefensos. Las chaqueta-amarilla son duras; son las nazis de los dípteros.
Parece que el parque de todas formas había tomado algunas medidas; habían colgados unos bidones con comida y líquido, a modo de macabras trampas caza avispas.
Siendo las 12 y media partí hacia el Portezuelo, una especie de valle alto entre dos cerros, desde adonde se puede ver el sector de Ocoa. Tomé mucha agua y salí con mi bolsito de la cámara y la botella con litro y medio de agua al sendero.
La ruta era boscosa. En un momento tomé esta foto que salió corrida, pero creo que transmite lo vertiginoso y lo fluido del ambiente.
Pasé por un sector en donde mostraban algunos instrumentos incáicos, como estas piedras en donde se molía grano.
Ahora, puedo sugerir otro tema para esta parte de la historia. Algo como "Tangology" de Piazzolla (1957)
En un momento tuve que decidir si seguía por un ancho camino o por un camino angosto que se dirigía hacia un costado. Tomé el ancho camino que subía y subía hacia un sector que se llamaba "La Mina". Habían varias minas en el cerro, por distintos sectores. Aquí habían unos piques adonde me vi muy tentado a entrar, pero seguí lo que me decía Lady prudencia.
El camino subía y subía un cerro. Habían pequeños carteles a un lado del camino que iban señalando cuántos kilómetros llevábamos. Partía en 4... 4,5... 5... 5,5... Hasta los 10,5, por lo que puedo recordar. Este es un tramo largo en donde me pareción que la hora y media que demoraba el sendero al Portezuelo ya la habíamos pasado hace rato. No obstante, mientras más subía, mejor era la vista de los valles que estaban al poniente de los cerros.
La cosa se puso de color rojo. Las flechas eran rojas y no amarillas. Eso significa que había ido a parar sin quererlo al sendero El Andinista, que era el que subía el cerro La Campana. Un paseo de todo el día que yo había comenzado a eso de las 12 y media. Tomé inicialmente la ruta a Ocoa, y el ancho camino de la bifurcación que había decidido tomar me había llevado al otro sendero por un largo rodeo.
Unos caminantes que venían bajando me confirmaron que no iba a llegar a las Palmeras, sino a la cima del cerro y a la Placa de Darwin. Era tarde, pero decidí jugármela y subir el cerro ese mismo día, aunque tuviera que volver de noche.
Al subir un camino empinado me di cuenta de que la cumbre del cerro era rocosa. Eran las cuatro y media y sólo me quedaban 300 cc de agua aprox. Quería, no obstante, hacer cumbre ese día. Eran las 3:45 aprox y había caminado desde las 9 y descansado 1 hora. O sea, llevaba 5 horas de caminata en el día.
Para comenzar, sugiero acompañar la lectura con este tema. "Hard Sun" de la banda sonora de "Into the Wild", por Eddie Vedder. Creo que transmite algo del espíritu del inicio de este viaje.
Salí a las 6:45 am de mi casa y llegué al terminal a tiempo. El bus partió a las 7:10; un Pullman que iba hacia el norte con destino a Olmué.
Me tocó un hombre de unos 40 años como compañero de asiento. Dejé de leer "Fausto" y conversé con él. Resultó ser un conocedor de gran parte del interior de la quinta región. A medida que íbamos pasando por algún lado me iba diciendo "Esta es la quebrada tanto", o "esta localidad se llama tanto". No recuerdo muy bien los nombres de todos los lugares de los que me habló, pero me llamó la atención que hubieran tantos valles mezclados entre tantos cerros; y en cada valle una localidad; y en algunas laderas, otras localidades. Hacia la cordillera, había un lugar muy similar al valle del Elqui, me comentó.
El bus llegó a la plaza de Olmué a eso de las 9:10 am. Me bajé despidiéndome de mi guía.
Caminé hacia el oriente pensando en el kilometro que separaba Olmué del Parque La Campana, de acuerdo a la Turistel. Así empecé a sentir ese aire de Olmué y de ver lo que allá pasaba un lunes de Febrero por la mañana. Me encontré con una gallina en la vereda. Esta señal de tránsito podría tener una gallina caminando en vez de un hombre...
En el horizonte del este se veía el cerro la campana como un ancho fantasma verde a la distancia. Caminé y caminé. Una señora me dijo que eran como dos horas más de caminata. El Turistel decía que era 1 km desde Olmué hasta el Parque, pero probablemente se refiera a donde termina Olmué.
Una micro me paró sin que yo hiciera dedo. Se ofreció a llevarme 4 cuadras más, que era donde terminaba el recorrido. Al bajarme, el chofer me dijo que no tomara el camino señalizado hacia la derecha para entrar al parque por el sector Granizo; que tomara un atajo a mano izquierda. Después sabría que el parque tiene tres sectores que se conectan por muy pocos senderos: El Granizo, adonde me dirigía; Ocoa, lugar de palmas nativas, y Cajon Grande, en donde hay una laguna. Seguí las indicaciones del chofer y me fui por la izquierda.
El cerro al fondo se acercaba. El camino era de tierra y subía con una pendiente más pronunciada. Un animal me asaltó en medio del camino.
Habían muchas vacas; en realidad habían muchas vacas, gallinas y perros por cada propiedad. Subí algunas cuadras, saludando a los vecinos, hasta que me encuentro con el inexorable final del camino.
Un portón encadenado con la información de cierre del acceso por motivos de seguridad, más una amenaza implícita de arresto me parecieron razones más que suficientes para volverme. Llebaba caminando casi dos horas. Antes de volver quise sentarme a tomar mi merecido desayuno, pero dos soberbios pastores alemanes comenzaron a ladrarme con tanta saña que tuve que retirarme. El problema es que todos los perros del camino comenzaron a corear con ladridos múltiples y me sentí como una persona non grata, así que el desayuno tuvo que esperar. Y yo que quería calentarme agua para hacerme café.
Después de virar a la derecha (sin comentarios...) noté que el camino se iba alejando de propiedades y que me iba metiendo en el parque. En un recodo encontré un área cubierta de árboles altos. Ahí fue adonde finalmente me dispuse a comer mi desayuno. Habré caminado unos 8 kilómetros, considerando la ida y vuelta por el atajo cerrado.
Me comí cuatro sabrosas galletas de avena con granola Quaker, tomé algo de agua, y me comí un par de duraznos conseveros. La idea era comerme uno, pero el otro estaba machacado con el viaje y lo tuve que sacrificar comiéndome lo que no estaba machacado.
Entré al parque. En informaciones me entregaron un mapa en donde podía ver los senderos que podía recorrer. Eran las 11 y media, así que por tiempo, decidí dejar el ascenso al cerro para el día siguiente, y partir al sendero que lleva al Portezuelo, en donde se puede ver el Valle de Ocoa.
Fui a acampar en uno de los espaciosos lugares que aparecían señalizados en carteles y en el mapa. Me llamó la atención lo bien cuidado que está el parque. Se nota que hay recursos invertidos en mejorar la experiencia de quienes quieren adentrarse aquí. En armar la carpa, desayunar unos panes con pasta de ave pimentón más un café calientito, y descansar lo caminado, me dieron las 12 y media.
El problema de acampar aquí eran las avispas, esas chaqueta-amarilla, Vespula germánica. En cuanto comencé a untar con ave mayo mis panes integrales Castaño, tuve que empezar a dar manotazos a todas las que empezaron a jotearme coo el baboso más repugnante. A los 5 minutos llegaron más, y parece que seguían llegando y llegando. Habían también unos mosquitos, pero eran más molestosas las véspulas; a los mosquitos los espantabas soplando, pero a las germánicas tenías que pegarles re fuerte. Lo peor es que si intentan tirar algún químico probablemente mueran los mosquitos y muchos otros bichitos indefensos. Las chaqueta-amarilla son duras; son las nazis de los dípteros.
Parece que el parque de todas formas había tomado algunas medidas; habían colgados unos bidones con comida y líquido, a modo de macabras trampas caza avispas.
Siendo las 12 y media partí hacia el Portezuelo, una especie de valle alto entre dos cerros, desde adonde se puede ver el sector de Ocoa. Tomé mucha agua y salí con mi bolsito de la cámara y la botella con litro y medio de agua al sendero.
La ruta era boscosa. En un momento tomé esta foto que salió corrida, pero creo que transmite lo vertiginoso y lo fluido del ambiente.
Pasé por un sector en donde mostraban algunos instrumentos incáicos, como estas piedras en donde se molía grano.
Ahora, puedo sugerir otro tema para esta parte de la historia. Algo como "Tangology" de Piazzolla (1957)
En un momento tuve que decidir si seguía por un ancho camino o por un camino angosto que se dirigía hacia un costado. Tomé el ancho camino que subía y subía hacia un sector que se llamaba "La Mina". Habían varias minas en el cerro, por distintos sectores. Aquí habían unos piques adonde me vi muy tentado a entrar, pero seguí lo que me decía Lady prudencia.
El camino subía y subía un cerro. Habían pequeños carteles a un lado del camino que iban señalando cuántos kilómetros llevábamos. Partía en 4... 4,5... 5... 5,5... Hasta los 10,5, por lo que puedo recordar. Este es un tramo largo en donde me pareción que la hora y media que demoraba el sendero al Portezuelo ya la habíamos pasado hace rato. No obstante, mientras más subía, mejor era la vista de los valles que estaban al poniente de los cerros.
La cosa se puso de color rojo. Las flechas eran rojas y no amarillas. Eso significa que había ido a parar sin quererlo al sendero El Andinista, que era el que subía el cerro La Campana. Un paseo de todo el día que yo había comenzado a eso de las 12 y media. Tomé inicialmente la ruta a Ocoa, y el ancho camino de la bifurcación que había decidido tomar me había llevado al otro sendero por un largo rodeo.
Unos caminantes que venían bajando me confirmaron que no iba a llegar a las Palmeras, sino a la cima del cerro y a la Placa de Darwin. Era tarde, pero decidí jugármela y subir el cerro ese mismo día, aunque tuviera que volver de noche.
Al subir un camino empinado me di cuenta de que la cumbre del cerro era rocosa. Eran las cuatro y media y sólo me quedaban 300 cc de agua aprox. Quería, no obstante, hacer cumbre ese día. Eran las 3:45 aprox y había caminado desde las 9 y descansado 1 hora. O sea, llevaba 5 horas de caminata en el día.
...La segunda parte de esta historia en el próximo post...
viernes, 12 de febrero de 2010
Río Clarillo - Quebrada de los Bueyes
Mi aventura empezó tarde. Todo por quedarme jugando la parte final de "Call of Juarez" en donde muere el cura pistolero luego de dispararle al papá de "Billy Candela" y evitar que apuñalara por su espalda a su propio hijo. Sí, fui spoiler, pero qué importa eso; nadie conoce ese juego...
Llegué en metro a la Pza de Puente Alto a eso de las 1 y veinte. Estaba muy concurrida. Si no vives en Pte Alto, probablemente no conozcas nada de allá. No es un lugar por donde se pasa mucho, a menos que seas de Pirque, el lugar al que me dirigía.
Preguntándole a una funcionaria del metro sobre si podía llegar a Pirque caminando me di cuenta por su carcajada de que era mucha distancia. Al preguntar si podía llegar caminando a Río Clarillo su carcajada se transformó en extrañeza. Y eso que en el mapa se ve tan cerca...
Así que a tomar locomoción. No de las transantiago que para allá no van, sino de las típicas micros rurales que van más lejos. Hay un dominio en donde la locomoción colectiva se riga por leyes antiguas. Y yo estaba entrando en ese dominio. Me llamó la atención que siguieran existiendo los "Metrobuses". Pensé que el transantiago era el apocalipsis para las micros azul-celestes.
Llegué finalmente al "puesto de cobranza" de Río clarillo a eso de las 2 con 10. Según lo que me explicaron después de cancelar los $2500 (pensé que iba a salir más barato) la reserva comenzaba 4 a 5 kms más arriba por el camino, y que ese sector era privado. Me dio mala espina. Imaginé un pacto entre los propietarios de esas tierras con el gobierno, del tipo: "Mire, el Estado puede tener los parques, pero para llegar a esos parques tienen que pasar por mis territorios. Así que, por qué no llegamos a un acuerdo y cobran unos pesitos extra, a modo de peaje y seguimos siendo amigos". Fantasías mías...
Llevaba media hora de caminata escuchando a la Francesca cantar las canciones de Victor en mi celular, que venía en el bolsillo externo del bolso cruzado en donde llevaba mi cámara... cuando una camioneta accedió a llevarme en respuesta a mi gesto de pulgar izquierdo levantado.
Así fue como logré entrar a la Reserva Nacional Río Clarillo. Pregunté sobre los senderos y me hablaron de dos: uno de media hora y otro de hora y media. En la página de los senderos de Chile, el trekking de Quebrada de los bueyes (publiqué en google buzz que iba a "La quebrada de las Yeguas"; un lapsus linguae) no tiene identificada la duración ni el kilometraje directamente, pero si vas al mapa de alturas, aparece una extensión de 10 kilómetros. O sea, de unas dos horas. Cuatro horas en ida y vuelta. Pero no tiene mucho sentido, porque el sendero tiene forma de herradura, o sea, partes muy cerca de donde terminas. En síntesis, una descoordinación soberbia.
Llegué a un puente que cruza el "Clarillo" en donde hay una virgen y un letrero que dice "Gracias por favor concedido". Crucé ese puente y me encontré con que un sendero, Aliwen Mahuida, estaba inhabilitado. Al menos eso decían unos carteles y unos troncos puestos para que la gente no pasara. Ese era el camino para llegar al sendero "Quebrada de los Bueyes", según el mapa. ¿Alguna señal que dijera "Quebrada de los bueyes"?... ninguna. ¿Alguna que djera "Quebrada de las yeguas"; menos...
Justo por al lado de ese sendero clausurado había un caminito. Si lo seguías pasabas por un par de sitios de camping y el sendero subía. Suelo de arena rocosa blanquecina. Seguí por ahí. Anduve media hora y encontré un cartel que decía:
"-->
Sendero de Chile
Río Clarillo"
Sendero de Chile
Río Clarillo"
Mira tú... Iba por el buen camino. Seguí entonces y saqué algunas fotos a efectos lumínicos interesantes (b/n). Caminé y me encontré con otros letreros similares. ¿Por qué los de la entrada no sabían de este sendero?
Ya eran las tres y media y seguía subiendo. Descansé 15 minutos para comerme mi super 8 derretido por el calor y mis dos sandwiches, que eran mi almuerzo, bajo unos árboles altos y seguí. Iban a ser las cuatro. Había leido por un portal web el día de ayer que parece que eran 16 kms y no 10; o sea, ¿unas cuatro horas de caminata?
Entonces, caminé y caminé y crucé un estero, o río. Estaba rodeado de cerros por todos lados y tenía miedo de desorientarme. No andaba con brújula ni nada y me quedaba un litro de agua. Después de pasar por un sector en donde pisabas un colchón de hojas que te hacía resbalarte, seguí un sendero que no pude saber adonde continuaba. Parecía como que seguían 2 o 3 huellas o senderos posibles. Tomé uno y me di cuenta de que llegaba a la nada. Mi alarma del teléfono sonó. Eran las 5 y cuarto. Señal para volver.
Pero si el sendero tenía forma de herradura, significa que probablemente había recorrido ya un camino circular y estaba muy cerca de la salida y de la entrada. De devolverme, tenía que darme una vuelta muy larga para llegar a un punto que posiblemente estaba muy cerca.
Pero ni siquiera tenía certeza de que el mapa de los senderos de chile fuera el camino que había tomado, a pesar de los letreros. Entonces me devolví rápidamente. El parque cerraba a las 19:00.
El regreso era más bajada que subida, así que iba más rápido. De pronto, oigo voces. No era mi imaginación, eran voces en inglés de unos gringos sudados que venían subiendo dificultosamente, mientras yo venía corriendo cerro abajo con la ayuda de mi bastón "Produmix" que robé al hombre que de acuerdo a su relación conmigo, algunos llamarían papá. No es mi caso.
Preguntaron si había un mirador más arriba. Les dije que el cerro subía y que mientras más subía más podían ver del sector, pero que no era recomendable que avanzaran mucho más por la hora. Seguí bajando y corriendo por ahí, libremente. Fluía como el agua por el sendero.
Me di cuenta en un momento que venía pensando en cosas abstractas y que ya no sabía por donde venía corriendo. Miraba sin ver, tal vez. Pero confiaba en mi instinto y en la forma del sendero. Así fue como llegué al puente de la virgen, en donde comenzó el sendero.
El problema es que eran casi las 7 de la tarde y tenía que caminar unos 6 o 7 kilómetros hasta poder tomar el bus interurbano que me iba a dejar de vuelta en Pza de Pte Alto. Los buses pasaban hasta las 9. Agradecí a Lady Prudencia, que me aconsejó no seguir avanzando por el sendero, aunque me tuviera que devolver toda la herradura hasta la entrada, tal vez awevonadamente. Imaginé que era la virgen.
Tenía que hacer dedo para bajar. Adivinen quienes me pararon. Los gringos sudados en su van.
Me contaron que eran miembros de una iglesia. "Ah, ya", respondí. Mormones, pensé. Mmm... tenemos ciertas diferencias...
Pero les agradecí cuando me dejaron directamente en la Pza de Puente Alto, lugar en donde tomé el metro, que en 1 hora más me dejó en Cumming, mi territorio.
Y aquí me tienen, contándoles mi historia, mientras veo el primer capítulo de "Twin Peaks" que a todo esto dura 1 hora y media...
martes, 2 de febrero de 2010
Piazzolla - Redención - RELOADED!
Este post es:
1. Un pretexto para probar la posibilidad de escuchar un MP3 online aquí en mi blog.
2. Una insistencia para que ESCUCHEN el tema de Piazzolla que recomiendo.
1. Un pretexto para probar la posibilidad de escuchar un MP3 online aquí en mi blog.
2. Una insistencia para que ESCUCHEN el tema de Piazzolla que recomiendo.
Lección de Tango
Mi lección de tango llego
allí, donde mis vecinos del frente;
en ese recinto en donde hace 2 años lloré con la L.
y un plato de tallarines a la Boloñesa que esperó mi llanto.
Ahora llegaba a una ronda de ejercicios previos a las caminatas lineales.
Luego comenzamos.
Comenzó el juego de tensiones que logré asimilar con pasos de cierta seda en depuración.
Mi mirada de novato que vacila
al chocar con la cercanía de ojos femeninos que descansan en tu mirar.
El sonido anciano que seguí o intenté seguir
y que marcaba el ritmo discontínuo de mis pasos de niño grande.
Las nuevas reglas de las linealidad corporal y de la coordinación y tensión de ejes personales que configura al tango, se mezclan con la facultad de la consistencia vertical del hombre que se encuentra con la sensibilidad desplazada de la mujer fluyente.
allí, donde mis vecinos del frente;
en ese recinto en donde hace 2 años lloré con la L.
y un plato de tallarines a la Boloñesa que esperó mi llanto.
Ahora llegaba a una ronda de ejercicios previos a las caminatas lineales.
Luego comenzamos.
Comenzó el juego de tensiones que logré asimilar con pasos de cierta seda en depuración.
Mi mirada de novato que vacila
al chocar con la cercanía de ojos femeninos que descansan en tu mirar.
El sonido anciano que seguí o intenté seguir
y que marcaba el ritmo discontínuo de mis pasos de niño grande.
Las nuevas reglas de las linealidad corporal y de la coordinación y tensión de ejes personales que configura al tango, se mezclan con la facultad de la consistencia vertical del hombre que se encuentra con la sensibilidad desplazada de la mujer fluyente.
Se generaron espacios de desplazamiento acariciante de pisos y luchas de fuerzas sutiles,
o sea,
o sea,
espacios constantes de encuentros de miradas y tacto vinculante y comunicante.
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