viernes, 11 de mayo de 2012

Sobre los Amigos-Mendigos





En verdad me declaro un hombre de pocos amigos; generalmente solitario, aunque público. Salvo excepciones, no me gustan los grupos porque la cacofonía de las voces sordas me satura y me asfixia.

Solo hay hay algunas personas con las que me gusta mantener un vínculo; fortalecer ese vínculo, nutrirlo. Los rótulos de "amigo", "compañero", "pareja", "recino" son circunstanciales; es una especial cualidad del vínculo la que me invita a desplegar mi espacio subjetivo. En general, me refiero a personas que despliegan su espacio subjetivo y esperan que yo despliegue el mío. Solo en esas circunstancias es posible generar un espacio subjetivo común. Esto no siempre se de entre dos personas y es más difícil que se de en un grupo. En las masas, en general no se da, salvo en algunas ocasiones en donde dadas ciertas condiciones, se logra una matriz subjetiva común e inclusiva que no es institucional ni impuesta, Es entonces cuando somos pueblo, fraternidad múltiple.

En todas estas situaciones es posible hablar de vínculos éticos. Son vínculos éticos porque hay un otro. Para mí, la ética es la praxis de la relación con un otro legítimo. Lo dice un filósofo, no recuerdo quien.

Lo que habitualmente ocurre es que algunos buscan en ti a un espejo; alguien que refleje su mundo subjetivo. La búsqueda de alguien que ojalá no sea, para que ellos puedan ser más. Personas que no pueden ver tu mundo subjetivo, salvo que éste les permita a ellos desplegar el suyo. Ellos necesitan tú energía para reflejar su mundo subjetivo porque no pueden acceder a su propia y serena fuente de energía vital. Por eso establecen una relación de dependencia subjetiva y emocional: buscan compulsivamente el reconocimiento y la estima que necesitan en los demás. Como te necesitan, buscan tu proximidad y esta proximidad puede ser nombrada como amistad. A estas personas yo les llamo amigos-mendigos, pues buscan tu amistad para salir de su miseria y el modo más claro de hacerlo es apareciendo ante ti como superiores, respetables, inteligentes, chidos, etcétera, etcétera, etcétera. No interesa si tú genuinamente consideras de acuerdo a tu propio espacio subjetivo si la persona es interesante; interesa que el amigo-mendigo se sienta interesante ante ti.
8br /> Por supuesto, en estas relaciones no hay un otro genuino y legítimo. Por lo tanto, no son relaciones éticas. Y yo me rehúso a tener amigos-mendigo porque la participación en estas relaciones alimenta la dependencia subjetiva del mendigo hacia ti, al igual que el darle una moneda a un mendigo fortalece la relación de mendicidad. "No soy tan pobre como para dar limosna", decía Nietzsche. La generosidad tiene que venir por otro camino, partien`o de la toma de conciencia.

Sólo participo en estas relaciones cuando veo atisbos de apertura a la otredad, de praxis ética, que puedan ser fortalecidos por mi vinculación. Si no es así, mis esfuerzos van dirigidos a la disolución del vínculo.

La conciencia de una praxis ética es patrimonio de algunos pocos; es un trabajo que rara vez logra emerger como una búsqueda consciente, como un trabajo cotidiano y reflaxivo.

Es inevitable que la praxis ética sea un trabajo cuyas consecuencias sean anticapitalistas y liberadoras, pues el capitalismo descarta el espacio subjetiro de los subalternos y los cosifica. Por eso es que es más fácil que la praxis ética sea desarrollada en México que en Chile. El contexto mexicano la facilita; el chileno, la dificulta. Especialmente en las generaciones que se vieron forzadas a sobrevivir, sacrificando un vínculo espontáneo de reconocimiento y co-participación, y en quienas no han podido desdoblarse de estas condicionantes.

En el contexto neoliberal, lo que Alfred Adler llamó striving for superiority ha venido a reemplazar a un vínculo de co-participación. Es la lucha de los hermanos empobrecidos por conseguir el único pan en un escenario de miseria artificial. Es el hambre subjetiva la que lleva a tratar de hacer esfuerzos por sobresalir; por ser "alguien importante", por ganarse el respeto o el aprecio, que es el pan psicosocial. Lo que suele ocurrir con ellos es que su modo de ser se centra en conseguir este pan y no en producir su propio pan. Los otros somos su pan y ellos dependen de nosotros.


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