miércoles, 20 de abril de 2011
Soledad Santiaguina
Esto de vivir en Santiago, sin plata y con poco apoyo es una soledad bien grande. Ahora que estoy aquí revisando las entrevistas de mapuches del sur, me imagino esa sensación de formar parte de algo, de estar conectado con tu comunidad. No sé si será porque hay mucha gente aquí en Santiago y finalmente, como somos muchos y no nos conocemos, se genera un clima de hostilidad y de egoísmo básico. Quizás si fueramos pocos, si vivieramos en casas bajas con un gran campo y animales pululando entre la hierba, el ver a un ser humano sería algo así como un evento especial. Se lo recibiría como a un hermano de la misma tierra. Se podría conversar de temas, compartir experiencias, que es como vivir más de una vida. Pero aquí, en donde personas no faltan, no está esa disposición a dialogar. Nadie tiene tiempo y nada puede esperar. Entonces los encuentros se vuelven superficiales, no íntimos. Los encuentros, son más bien, desencuentros, como diría Humberto Gianinni.
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