Así te escuché. Escuché todas esas
determinaciones decididas, seguras, de cómo es que quieres que
seamos, de que tenemos que tomar distancia, de que seamos sólo
amigos por ahora, de que las cosas están muy complicadas para algo
más. Y sigo escuchando y también contándote algunas cosas de mí.
Y así se da una conversación nocturna, en donde nos iluminamos con
la luz claroscura de nuestras vidas vertidas en ese espacio que está
entre nosotros.
Pero detrás de esas palabras estás
tú, tu silencio. Y tu silencio también me habla y me cuenta cosas,
cosas silenciosas, rumores de hierba que no podrán ser dichas nunca,
pero que invitan y que calman como un arrullo. Y es este mensaje el
que recibo con más alegría, porque ese silencio tuyo detrás de
todas esas palabras lanzadas con aparente determinación, aún en
medio de la noche, no son sino distracciones a lo que en verdad
escucho en ti. Lo que me dice tu mirada sostenida y tus manos. Esa es
la conversación que nunca diremos, ese será nuestro secreto, que
por supuesto guardaré tranquilo en algún lugar de mi historia que
se cuela entre mis latidos.
Esta voz misteriosa se niega a ser
traducida a palabras, pero me gustaría imaginar que entre esos
momentos y esos centímetros que separaban nuestras miradas y entre
ese calor tibio que había en tus manos se cuela ese llamado a que
espere, que no corra, que me quede contigo un ratito más.
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