lunes, 30 de agosto de 2010

El Caso de los Huevos y la Bicicleta

Venía desde Recoleta a mi casa en bici, a eso de las 8 de la noche. Tenía 3 lukas y media hasta que me llegara el vale vista en Septiembre. Quería comprarme algunas cosas en un negocio vecino.

Compré 4 huevos, pan y un poco de arrollado. Andaba en bici y tenía que recorrer las 2 cuadras que separaban el almacén de mi casa. Al principio pensé en poner la bolsa con el pan en el cacho derecho del manubrio y los huevos con el arrollado en el cacho izquierdo. Tenía que ser cuidadoso con esos huevos porque eran mi alimento para el desayuno de mañana. Yaunque se me hubiesen quebrado, y aunque el precio de cada huevo todavía seguía siendo atraído por la gravedad de los $100, no podía dejar que se me quebrara ni uno solo. Si se me quebraba un huevo y no lo podía utilizar, ¿para qué lo compré entonces?. La sola idea de este absurdo me parecía insoportable.

Por eso me fui dando lentos pasos. Se cruzó una viejita en un carrito de sopaipillas. Caminé por la calle porque la vereda tenía ciertas irregularidades que hacían vibrar la bici, y vibrar los huevos, lo que aumentaba la posibilidad de una fractura y derrame del material viscoso, pero sabroso. Los autos venían en mi contra.

Entonces me acordé de un consejo que me dió una mujer, no recuerdo quién aunque me esfuerce. Me dijo: "mira, puedes tomar la bici con una mano". El truco estaba en tomar la bici desde el centro de manubrio con una mano y tienes la otra mano disponible, por ejemplo, para llevar la bolsa del pan y la bolsa de los huevos y el arrollado. En esa ocasión rechazé la propuesta porque me incomodaba tomar la bici con una mano y mantenerla estable, pero en esta otra situación, los huevos estaban puestos en juego.

Llegué de este modo a la puerta de calle de mi casa-depto. La cuestión ahora se ponía complicada: Tenía que 1. abrir la puerta de madera, 2. abrir la puerta de metal y mantenerla abierta (porque se cierra sola), 3. hacer pasar la bici, 4. Correr la bici y que se cerrara la puerta que se cierra sola y 4. subir la bici. Todo esto sin que se quebrara ni un solo huevo.

Luego de pensar rápidamente en alguna solución a este problema, se me ocurrió la idea de dejar los huevos en ese espacio que está entre la puerta de madera y la puerta que se cierra sola, justo debajo del medidor de agua. Pero esta opción implicaba que al entrar con la bici y que se cerrara la puerta metálica, los huevos y el pan quedaban relativamente expuestos a algún vagabundo hambriento que podría aprovecharse de mi esfuerzo por subir la bici para robarme el pan, los huevos y el arrollado.

He visto muchos vagabundos hambrientos ultimamente, así que me costó tomar la decisión final de abandonar el alimento a su suerte y hacer el movimiento para dejar de apoyar la puerta metálica, entrar la bici, pasar yo y que la puerta se cerrara detrás de mi. Lo hice y subí ráudamente los 30 peldaños, dejé la bici en el descansito y volví corriendo a buscar mi desayuno de mañana. Por suerte, todo estaba en su lugar.

Después de esta operación, me faltaba solamente: 1. abrir la puerta de mi departamento, 2. entrar con bici y las dos bolsas, 3. estacionar la bici dejándola apoyada en la pared y 4. Subir esos frágiles huevos a la huevera del refri. No es fácil tener la bici con una mano, mientras afirmas dos bolsas, una de ellas muy fragil y al mismo tiempo, insertas la llave en la cerradura, abres la puerta e impulsas la bici y la acomodas en el rincón.

Cuando logré realizar esa hazaña y cerré la puerta, ocurrió lo peor. No sé por qué en todo orden de cosas me pasa ese problema fatal, creo que es mi destino: Cuando estaba estacionando la bici con la bolsa en mis manos, al levantarla, siento el sonido de un golpe; era el cacho de la bici trizando el huevo que tenía que proteger.

Lo demás que ocurrió tuvo el signo de la fatalidad viscosa del huevo que se rompe en un lugar inadecuado: la clara inundando la bolsa verde de plástico, mojando el papel craft en donde venía envuelto el arrollado y mojando a su vez a los otros huevos. La yema también fluyó como sangre amarilla por el fondo de esa bolsa. Subí corriendo, pero con cuidado a la cocina. Pensé en salvar el huevo roto tirándolo a un sartén inmediatamente, pero no...

Ahora escribo este post para calmar mi angustia y comprender mejor mi error en el último momento, al igual que cuando tuve el accidente en La Campana; ambas, metáforas de mi catastrófica vida. Los huevos, cuando vives sólo, se comen en díadas. Al eliminar un huevo, eliminas la dupla. O sea que probablemente el desayuno de mañana sea de tres huevos en vez de dos... O sea que no voy a tener huevos para el desayuno de pasado mañana. Tampoco puedo guardar el huevo huacho para ese desayuno, porque el esfuerzo por freirlo, con el gasto de aceite, gas y sal vuelven absurdo el cocinar un único huevo que al final con suerte te alcanza para media marraqueta. Creo que esta noche será larga; me conformaré con un sandwich de arrollado...

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