viernes, 26 de junio de 2009

Aquellos tiempos de grandes guerras...

Hace más menos 4 años o más que sigo los títulos de la serie Total War. Para quienes no están familiarizados, me refiero a juegos de estrategia militar y política ambientado en alguna época histórica. Juegos complicados, en donde tienes que negociar tratados comerciales con otra potencia y, no obstante, enviar asesinos para eliminar a sus generales o agentes, pues compiten por provincias llenas de recursos y de hombres que pagan impuestos, pero a los que tienes que mantener entretenidos para que no se revelen, y así puedes tranquilamente mantener la guerra que le declaraste a otra nación, que a todo esto, también es católica, por lo que estás en riesgo de que el papa te excomulgue y todas las naciones católicas te pongan en la mira. A ese tipo de situaciones me refiero.

Nunca tan complejo, en todo caso, como el Europa Universalis III con sus dos expansiones. Ahora, si nos ponemos ultra hardcore con esto de la geopolítica, echenle una mirada a Victoria. Y para los veteranos o historiadores de la segunda guerra (los únicos que quizás puedan entender el famosos juego), el Hearts of Iron II y que Dios nos libre de la complejidad de un videojuego.

La serie Total War mezcla esa densidad histórica con batallas en tiempo real, lo que lo vuelve más entretenido, además de vistoso. Cuántos juegos pueden jactarse de tener a 1000 personitas agrupadas en unidades, cada cual con su respectivo y vistoso traje, peleando en un combate de masas.

El Empire, total war, que ahora juego, se centra en el periodo histórico de todo el s XVIII, en donde las unidades más básicas, la milicia, usan armas de fuego. La campaña ahora se simplifica, cosa que se agradece en función de lo largo que era cada turno en las entregas anteriores. Aquí un video de reseña, cortesía de IGN.

jueves, 18 de junio de 2009

Un Cuento de Bolaño.


Hace unos días leí el cuento El Gaucho Insufrible, del libro de cuentos titulado El Gaucho Insufrible, de Roberto Bolaño. Mi primera aproximación a este connotado (no me gusta usar palabras por el hecho de que se usen mucho sin saber algo de lo que en realidad quiere decir la expresión, pero bueno, esta es la excepción) aunque más o menso conocido escritor chileno. Algo así como Borges, pero más sabrocillo. De los últimos cuentos que escribió antes de fallecer el 2003, cuando no me acuerdo qué animadora de TV se entristeció porque, según ella, había muerto Chespirito.

El cuento... léanlo una tarde de esas en que llueve no tan finito. Pulgar y medio arriba.

martes, 9 de junio de 2009

De cuando compré la parka y la ruta coordillerana que se nos viene.

Tiempo ha pasado desde que escribí por última vez. Les cuento mi andanza de esta tarde para que sepan en qué ando.

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Macul con Grecia, el Jumbo. Quiero ver si hay poleras manga larga. Las necesito para la mañana que se enfría más y más. Estoy yendo en bici ida y vuelta a mi trabajo. He desarrollado estrategias para combatir el frío y el sudor. Gracias al dato experto de algunos colegas, voy a usar polera manga larga y polera manga corta para combatir ambos flagelos del ciclista.

Veo parkas (son las camperas, che) con 50% de descuento. Una está a 10 lukas incluso. Es la parka que la Mayi necesita para sobrevivir en la Reserva Vilches / Altos de Lircay el próxmo 27 de Junio (Digamos que queda por aquí), en donde quizás hasta nos caiga nieve y tengamos que soportar temperaturas cercanas o inferiores a los 0º C. Ese fue el regalo de cumpleaños que le hice ayer lunes. Espero que sobrevivamos a ese regalo.

--- Que raro, mi regalo es estar maś cerca de la muerte, pero sabemos que eso te hace disfrutar más la vida, existencialmente hablando, así que vale --

Llevo la parka y las cosas que me encargó mi chica, más mi casco y mi bici reciéntemente enchulada (con suspensión delantera, dos cámaras nuevas, guardafangos y manillas de frenos y cambio Shimano, lo que me hacen pensar en una "Locomotora 2.0"). Muchas cosas para andar en bici... No importa. Me pongo esa parka y me preparo para sudar como condenado a los calores del infierno en mi vuelta a casa. Después descubrí la utilidad de la parrilla de mi bici y llevé la parka ahí. Las poleras iban en mi mochila paraguaya de cueros con historia; y en uno de los cachos del manubrio, la bolsa de cebollas y un yogurt en bolsa, pendulante, pendulante, que le pegaba a los tapabarros nuevos, desviándolos de su posición, y la amenaza constante de una explosión interna de yogurt de plátano sobre las desgraciadas cebollas.

Y llegué, poh!