miércoles, 24 de febrero de 2010

La Campana - Parte III

Para la noche, "Dead can dance" - "Song of the Stars"





La herida sangraba y sangraba. Había subido cuestas mucho más escaladas y me tenía que sacar la chucha donde el suelo era casi plano. Ironías del destino.

Llegué al campamento tipo 8 y media, con sol poniéndose. Sabía que tenía que lavarme y ver si encontraba algo para desinfectarme, pero quería darme el lujito de tirarme en la goma eva que había traído como colchón unos 10 merecidos minutos. Pensé que tenía el deber organísmico de comerme una cantidad desbordante de comida por todo el esfuerzo del día.

Al pararme y salir de la carpa me dolió mucho mi herida. Típico que cuando tienes un accidente no te duele en el momento; te empieza a doler cuando estás a salvo. Y sangraba y sangraba. Ocupé todo el agua que me quedaba para limpiarme. Tenía que ir a buscar más agua para seguir lavándome la herida y para cocinar y hacerme cafecito. No habían fuentes de agua cerca, o no sabía donde estaban, así que fui siguiendo el mapa hasta el baño más cercano, hacia la entrada del parque. Estaba oscuro ya y salí con mi linterna.

Le pregunté a un caballero mayor si sabía donde podía sacar agua. Resultó ser un conocedor senior de La Campana y andinista aficionado. Recibí algunos de sus veteranos consejos de supervivencia. Cuando quise volver a mi camping, caché que me habían cerrado un portón con candado y no podía devolverme. Bueno, eso creía. Lo que pasa es que estaba por otro camino ná que ver y me había perdido. Qué fácil es perderse en la noche.

Ocurre que tienes dos opciones en la noche. O apagas la linterna (bueno cuando hay luna llena) y ves todo más menos parejito. O enciendes la linterna y no ves nada más que lo que alumbra el haz de luz.

Tenía la idea de hacer carne al palo, así asándo pedacitos en la cocinilla. Me demoré 10 minutos en asar un mísero pedacito de pulpa de cerdo. Así que mejor, metí todos los pedacitos a la vianda, le eche agua y algo de sal y hice algo así como pulpa a la cacerola, pero para el día siguiente, porque ya me había comido panes, galletas y pastas 3 minutos.

Al quedarme dormido me paanoiqueé al escuchar crujir ramitas. Pensaba que había saltado una chispa de la cocinilla al suelo y que se había empezado a quemar alguna fibra vegetal, lo que finalmente iba a terminar quemando mi carpa y produciendo un incendio forestal. Tomé el bidón de agua que me quedaba y lo vacié afuera de mi carpa, adonde había cocinado. Seguían crujiendo ramitas, pero me dormí igual.

Al despertar, tarde, estaba muy adolorido. Me costó despertar. Aquí una canción ad hoc, una inédita de Chinoy: "Despierta".





Al día siguiente, desperté tarde. Me comí mi desayuno almuerzo de carne de cerdo a la cacerola con más café. Las véspulas volvieron a atacarme, y parece que el olor a carne convocó a toda la comunidad vecinal de avispas. Terminé tirando muchos trozos de carne. Esto me dejó libre para ordenar el saco y todas las cosas antes de partir a Ocoa.


Miren como quedó mi bolsito de la cámara con la aventura del día anterior.



Llegué al cruce en donde me había confundido y tomé el sendero que correspondía. Estaba caminando cuando recibo una llamada de mi amigo D. en un lugar en el que justo había señal. Me invitaba a su parcela en Curacaví. Le dije: "Weon, justo estoy en la quinta región!", y le conté mi historia del día anterior. Me animé con la idea.

Después de 2 horas y media de caminata por senderos de tierra roja y rocas, llegué a Portezuelo, una especie de vallecito alto entre dos cerrros. Este es el punto en donde parten senderos hacia los tres sectores del valle. Vendría siendo el centro del parque La Campana.



En el portezuelo me encontré con 3 vacas. Me acerqué y me dí cuenta de que había un cuarto animal cornilargo, probablemente un buey, pero me inspiró algo de respeto (miedo) así que retrocedí.



Me comí unas galletas más un paquete de Maní crocante al merkén marca "Millantu". No se podían distinguir bien las palmas de Ocoa.

Volví rápidamente al campamento. Al volver saqué mi última foto.



Salí del parque la Campana minutos antes de las 17:00.



Lo que siguió es el trayecto que tuve que hacer para llegar desde La Campana a Curacaví. Una pareja en vehículo me llevó hasta la Plaza de Olmué. Desde ahí tomé una micro hacia Limache, al norte. Caminé por Limache hasta llegar a la estación del Metro de Valparaíso.

Mención especial para el Metro de Valpo. Hice casi todo el recorrido. Pasa por sectores rurales al principio. Se mete a Villa Alemána, Quilpué, El Belloto... En Viña el paisaje se vuelve urbano. El metro tiene estaciones subterráneas ahí. Después sale y bordea el mar. Me bajé en estación Francia en Valpo. Paisajísticamente es una experiencia hermosa. El metro es muy moderno y la gente viaja en él con un ánimo distinto al metro de Santiago. Fue una muy grata experiencia y lo recomiendo mucho.

Llegué a Valpo a las 7. A las 7 y cuarto salía el último bus a Curacaví.

Y así fue como terminé esta andanza, en la parcela de mi amigo, comiendo choripanes y tomando unas cervezas; cantando karaokes y conversando de la vida. Desde esos días que estoy con ganas de subir cerros. Quise subir Las Cruces el lunes pasado, pero estaba cerrado. Terminé caminando desde los cerros del Mahuida a Santa Lucía con mi hermano; 5 horas.

2 comentarios:

spanglish dijo...

¡que buen relato!

un abrazo edu, nos vemos pronto en el taller!

spanglish dijo...

¡que buen relato!

un abrazo edu, nos vemos pronto en el taller!